El destino elegido para alojarnos fue el Camping Vega de Francia, y no fue una elección al azar. Buscábamos algo bien situado para poder movernos fácilmente entre Las Hurdes y La Alberca, pero también tranquilo, familiar y con un entorno que invitara a la desconexión.

Reservamos para cuatro noches con mucha ilusión… y algo de incertidumbre, porque estábamos aún en plena época COVID y no sabíamos muy bien qué ambiente encontraríamos.

Nada más llegar, la sensación fue buena. El camping está rodeado de naturaleza, con mucho verde y un entorno muy agradable. El silencio, el canto de los pájaros, el frescor de la sierra… todo parecía prometer. Nos asignaron una parcela con sombra, gracias a unas pérgolas metálicas cubiertas con lonas verdes. La idea estaba bien pensada, pero para nosotros supuso un pequeño desafío: la pérgola era bastante baja y estrecha, y nos costó horrores meter la caravana dentro. Fue uno de esos momentos de maniobras tensas, marcha atrás, mil miradas calculando al milímetro… hasta que nuestros vecinos campistas, con una amabilidad tremenda, se acercaron a echarnos una mano. Sin ellos, sinceramente, no habríamos salido tan airosos.